"Comenzar a escribir, así, sin más... sin pensar en las consecuencias, sin detenerme a reflexionar, poner mi vida entera en el papel impreso, mis sueños y sangre plasmados. En fin, basar mi existencia con sus reticencias y dudas, con sus alegrías, lágrimas de dolor y vergüenza, con todo lo que deseo y no tengo, basarlo todo, como he dicho, en una historia parpadeando sospechosa desde un estante..."

-Salvastar.

martes, 28 de junio de 2011

A cazar caderas.

Kitspir, el gato blanco de la casa suspiraba trepado en la ventana. Hacía tiempo estaba enamorado de Haku, la gatita gris y atigrada de amarillos ojos. Intentó sacarla de su peluda cabeza, pero siempre caía rendido de nuevo al verla en la cocina exigiendo un pedazo de pan y un poco de leche. Por su parte eso a ella no le importaba, tenía cosas mejores qué hacer, por ejemplo ir a bribonear a las casas vecinas, arañar y morder personas, dormir y coquetear con un gato amarillo que pasaba por ahí de vez en cuando a comerse a los pollos. Eso al pobre Kistpir no le hacía nada de gracia, él no era una fiera como el otro, era un gato manso de azules ojos, cariñosito y bonachón. En el fondo llegó a creer que a Haku le gustaban más los "chicos malos", así que de un salto bajó de la ventana, decidido a ser malo y a conquistar a ésa gata terca. Intentó espiarla y darle un abrazo de oso cuando no lo esperara, pero después de llevar eso a cabo terminó con semejante cicatriz en su carita que mejor lo dejó por la paz. Se olvidó de comer durante días, siguiendo las huellas de la gatita a la que todo le valía un cacahuate. Fue así que el hambre lo alcanzó por fin justo cuando se encontraba en la casa vecina. Había ratas, claro, pero él necesitaba algo más grande, tal vez una hamburguesa doble, más o menos. Y fue entonces que alcanzó a ver algo sobre la mesa: una cadera de pollo. ¡Genial! justo lo que le gustaba. Acechó un poco, no quería ser descubierto. Por fin se lanzó al ataque y de una mordida la capturó, saliendo a todo correr. Haku, que andaba cerca sintió que su "antena en modo cuzcotopía" detectaba algo y comenzó a perseguir al gato que llevaba la cadera en el hocico. "¡Es un sueño, me persigue!" pensó Kitspir sonriendo para sí, olvidándose de la dichosa cadera, observando con ojitos brillantes y enamorados cómo Haku se la comía toda ella sola. "¡A la próxima, cazaré una más grande!".

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