"Comenzar a escribir, así, sin más... sin pensar en las consecuencias, sin detenerme a reflexionar, poner mi vida entera en el papel impreso, mis sueños y sangre plasmados. En fin, basar mi existencia con sus reticencias y dudas, con sus alegrías, lágrimas de dolor y vergüenza, con todo lo que deseo y no tengo, basarlo todo, como he dicho, en una historia parpadeando sospechosa desde un estante..."

-Salvastar.

martes, 17 de mayo de 2011

Feliz Día del Maestro (por Salvastar)

Nota: Dedicado para la maestra Patricia Gallegos Cruzalta que vive en Tenancingo Estado de México y también para los que creyeron que "maestros" como ella eran de lo mejor, para que vean cómo son de buenos que hasta recuerdo su nombre. Ahora sí, mi gotita de hiel:

Feliz Día del Maestro.
-¿Y si se enoja?- Preguntó Amayrani, aún sin creerlo- Mejor cambia los nombres.
-¿Enojarse por decir yo la verdad?- Salvastar quedó pensativa un momento- Bueno, ahora que lo dices la vez que le dije a mi mamá que la maestra Paty me había pellizcado y le fue a reclamar ella se puso muy molesta, negó todo y se las ingenió para que todos los niños dijeran que fue mentira y como le tenían harto miedo... y así quedé como mentirosa y encima castigada por "calumniar" a la profesora. Chance y tengas razón...¡ Pero no me rendiré ! Dije que me vengaría y lo haré.
A Salvastar le brillaron los ojos con un toque demoníaco.
-¿Qué tal si publicas un texto periodístico? Cambiando los nombres...-Insistió la chica de cabello castaño y ojos claros, mientras echaba un vistazo a su aportación al blog.- Te podría demandar ¿eh?
-Me gustaría que lo hiciera, yo puedo devolvérsela, además tengo un buen número de compañeros que estarían dispuestos a declarar sus abusos.
-¿Se acordarán tanto como tú?
-No te preocupes, la sensación de tu cabeza zarandeada sobre tu banca no se olvida tan fácil- Aseguró Salvastar, haciendo azpavientos sobre la mesa, como si alguien la estuviera jalando y queriendo aplastar contra el plástico protector.
Amayrani lanzó un suspiro pero antes de poder articular palabra Salvastar ya había comenzado a hablar de nuevo.
-¡Ah, pero ésa vieja se va a acordar de mí! Ahorita dizque ya se calmó, seguro su marido le endulzó un poquito la vida, pero por culpa de ella empecé a odiar las "mate-burras" y la escuela.
-Ya va a empezar a quejarse, no habrá poder humano que la calme ahora- Pensó Amayrani tomando su café y comentando en voz alta- ¿No crees que exageras?
-Claro que no...¡Si me deshizo un arete una vez que me jaló las orejas! con gusto me las hubiera arrancado... ¡Dijo que yo rimaba mal! Y a lo mejor aún lo creo, no estoy segura. Algún día le haré pasar la vergüenza que debería sentir, la muy inconsciente, tal vez hasta la secuestre para ponerle un sustito- Salvastar lanzó una carcajada enfermiza- O, mejor aún, la agarro en un lugar público a ésa tal Patricia y le digo sus verdades enfrente, ya me lo imagino: "¡Usted les pegaba a los niños de segundo de primaria! Vieja aprovechada..."
Amayrani puso su taza junto a la de Salvastar.
-¿Crees que se acuerde de tí?
-Ya te dije que no te preocupes, olvidarse de Laura Salgado también es difícil.

lunes, 16 de mayo de 2011

Brillar como un Templario.

Lay se quedó sola dentro de aquélla habitación. La oscuridad lo envolvía todo. Trató de vislumbrar los muebles, pero la lámpara que colgaba de sus manos ardía tan débilmente que sólo alcanzó a ver una alforja sobre una mesa y más a la izquierda unas tenues cortinas blancas que ondeaban movidas por un viento furioso y frío. Por un momento no le pareció que ésa fuera una habitación para dormir. En algún lado debía haber una enorme ventana abierta, pues el frío calaba los huesos y además se percibía el olor a tierra mojada. No había ningún fuego que atenuara el clima. No existía más luz que aquélla que despedía la lámpara, casi apagándose a cada instante.
Afuera la tormenta arreciaba y poco a poco los relámpagos comenzaron a caer sobre la Tierra. A Lay le pareció que había alguien más ahí dentro, pero trató de ignorar la sensación, tal vez porque después de todo era una sensación muy común en ella. Una brisa húmeda recorrió rápidamente la estancia, terminando por apagar la pequeña lámpara. A oscuras otra vez. De nuevo a tantear el camino. El ruido del agua cayendo a mares, los relámpagos, todo la abrumaba. Se sintió pequeña e insignificante, pero enseguida se sacudió esa impresión de la cabeza mientras caminaba un poco, vagando. Se detuvo en el lugar que ella imaginó era el centro. Su trenza le pesaba, era mucho más larga que en el Mundo Humano, le pareció casi tan larga como la cabellera de Elizabeth. ¿Dónde estaría ella? Cerca, le habían dicho, pero ¿qué tan cerca? Dejó la inútil lámpara en el suelo, tomó su propia trenza y la enredó sobre sus hombros, rodeando el cuello. Quiso llamar a alguien, pues no veía ni encontraba nada, pero en cuanto entreabrió los labios un enorme fuego se encendió violentamente en un extremo al mismo tiempo en que estallaba un relámpago cercano. La chica sintió un vuelco al corazón y corrió en dirección opuesta, topando de cara con una tela oscura como aquélla noche. Algo sonó detrás de la tela, un sonido metálico que se escuchaba mientras Lay caía al suelo, aún asidas las manos al manto, dejando al descubierto la armadura. El fuego comenzó a arder regularmente después del horrible chisporroteo. Lay no podía moverse por la impresión y la creciente sensación de que alguien se encontraba muy cerca. Cuando por fin pudo hacerlo miró la armadura frente a ella y se levantó como pudo. La observó con cuidado, sintiendo una enorme admiración y un poco de temor al mismo tiempo. Era una armadura femenina, se notaba por cada detalle perfectamente hecho y el decorado elegante. La superficie brillaba con un extraño magnetismo, luces que bailaban como el fuego. A un lado aguardaba la espada, envainada en una funda impecable y hermosa. Por un momento se quedó absorta.
-¿Ésta es la armadura que me prometiste, Eli?- Susurró, mirando su propia sombra sobre el metal. Su corazón latía fuerte- Si es así...
Acercó la mano a la empuñadura de la espada, pero no bien la había rozado la presencia se plantó frente a ella y su voz se escuchó, clara y mordaz dentro de la cabeza de la chica.
-¿Ángel o Demonio? ¿Quién soy yo? ¿Cómo podría ser descrito o juzgado sin tomar en cuenta mis actos? Los traicioné, cierto, pero tú podrías hacer lo mismo.- La mirada amarilla se posó d nuevo en la suya, como tiempo atrás- Cuando tengas la armadura y te creas un dios de aquéllos que existen "dentro" tal vez hagas lo que yo, en vez del Ángel que te crees serás un Demonio y no podrás reprocharme.
-No es cierto...- Murmuró Lay mientras comenzaba a sudar frío, ante esa mirada animal y escrutadora.
-¿Cómo puedes decir "yo no lo haré"? Eres humana... ¡Eres débil! Cuando el ansia de venganza te alcance querrás hacer hasta lo imposible por saciarla.
La chica se detuvo de forma inconsciente contra la armadura que permaneció firme.
-Yo no soy así...-Los ojos se le llenaron de lágrimas.
-Por ahora dices "seguiré los designios de Salvastar, no haré nada contra los humanos" ¡Sólo recuerda qué le hicieron a ella, a tí!
-Yo nunca...- Comenzó a decir mientras los recuerdos se arremolinaban en su memoria, le pareció ver y escuchar todo de nuevo, los insultos y las humillaciones, incluso volvió a ver a Eli entre  un mar de gente que la golpeaba como podía.
-¡Todos los humanos son así! Lo has vivido, ¿no? Y aunque quieras justificarlos ¿cómo sabes si los deseos de Salvastar no están contra ellos? ¿Lo sabes?
Lay guardó silencio. Eso no lo sabía y apenas podía respirar. La punta de su trenza resbaló y terminó colgando, balanceándose con la dificultosa respiración de la chica.
-¿Olvidas que los humanos la mataron?- Continuó la voz, siseando rabiosa mientras los ojos como de gato se aferraban a ella.- Es tu oportunidad de vengarla, después de todo también sufriste...
-Hasta que ella me lo pida... y aún así...
-¿Porqué crees que te eligió a tí sino para eso? ¡Estúpida!
Lay respiró hondo. Eso sí lo sabía. Se enderezó lentamente, mirando a su interlocutor frente a ella, un leve reflejo en la armadura. Ahí estaba su imagen, se veía como siempre, frío, distante y apático, el cabello corto y negro, la mirada feroz y a la vez perdida.
-Te equivocas Razziel, yo no soy así, ni estúpida ni vengativa, eso quedó muy atrás. Ángel o Demonio, ambos podemos ser lo mismo, pero no pienso seguir tu camino, escogeré el mío. Yo sé porqué fuí elegida, porque hay un vínculo entre Salvastar y yo, lazos más allá de la sangre nos unen. ¡Y si eres acaso el vínculo del tiempo y el recuerdo entre Azarya y el Mundo Humano fue suerte! ¡Pero yo a cambio fuí elegida porque soy el Testigo!
La voz de Lay sonó firme y segura entre la lluvia. Razziel lanzó una especie d silbido, mostrando los dientes afilados sólo un instante antes de desaparecer.
En cuanto Razziel se marchó, Lay recordó con claridad las palabras de su prima.
-Lay- Le había dicho- Cuando se acerque el fin aparente y sientas que has quedado sola y desprotegida no te preocupes, porque yo confiaré en alguien para que te construya una protección. Una armadura tan brillante como el reflejo de la luna en un lago. Una armadura firme como los cimientos de una fortaleza, bella y elegante como sólo él la ha imaginado. Y habrá también una espada que te defienda. Ya no temerás entre las sombras del Mundo, tú misma, mi Lay-Vínculo, brillarás como un Templario del Mundo Humano... es una promesa.
-La armadura está limpia- La voz femenina a sus espaldas no la sobresaltó, al contrario de lo que podría imaginarse Lay se sintió feliz.-Bienvenida, señora Lay.
La chica se volvió con una sonrisa en los labios y miró a una mujer aparentemente joven vestida de color rojo. Pudo ver al fin el resto de la habitación, era espléndida y enorme. Ya no era tétrica y vacía y hasta la tormenta había menguado, tornándose una llovizna ligera. La mujer deshizo la reverencia y caminó hacia ella.
-Ésta es la armadura que usará usted para ayudarnos a acabar con la Guerra de Creencias. Es suya...
Lay tocó la armadura, mirándola de nuevo, acariciándola. Tocó también la empuñadura y levantó la espada, ligera, mientras la mujer seguía hablando.
-Sí... ésta es la armadura que me prometiste- Pensó, ignorando a la mujer- Es el regalo perfecto... Gracias.