"Comenzar a escribir, así, sin más... sin pensar en las consecuencias, sin detenerme a reflexionar, poner mi vida entera en el papel impreso, mis sueños y sangre plasmados. En fin, basar mi existencia con sus reticencias y dudas, con sus alegrías, lágrimas de dolor y vergüenza, con todo lo que deseo y no tengo, basarlo todo, como he dicho, en una historia parpadeando sospechosa desde un estante..."

-Salvastar.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Inicio III.- Era buen'hora para un perdido.

-¡Ay, Rosita!- Francisca le puso un jarro de atole en las manos- Yo no sé porqué nos pasan éstas cosas tan tristes... O'ra pídele a la Virgencita que abogue por tí y tus hijos, comoquiera que sea Dios ya tendrá en su Santa Gloria al difunto, si fue retebueno. ¡Pobre de mi hermano! Harto que vio por nosotras...
Los ojos de Francisca parecían casi tan cansados y tristes como los de Rosa.
-Pobre de mi cuñada- Pensó- Ni un recuerdo de mi hermano se le quedó, abortó el niño de tanto que sufrió.
Rosa sostenía el jarro débilmente, por su parte Francisca se sentía responsable, Rosa era ya viuda, había perdido un hijo y apenas tenía diecinueve años.
-¡Mira que tanto sufrimiento pa' alguien tan chica!- Ella quería hacerse la fuerte pero las lágrimas la delataban.
Había ya pasado la novena de su marido y Rosa no pudo estar presente. De milagro no había muerto con su hijito, o al menos eso creían todos. Rosa recordaba lo que había pasado en realidad. Desde el primer dolor punzante supo que ya no quedaba nada, que si llegaba a dar a luz su hijo nacería muerto. Entonces decidió entregárselo al demonio, invisible entoces a su lado, pero le advirtió que ella no iba a criarlo, viendo el recuerdo del padre, sabiendo que sólo era un recipiente para un espíritu no-humano... Rosa se desangró mucho y quedó muy débil. Cuando el petróleo de la lámpara se acabó a media noche nadie notó el momento en que el cuerpo del niño fue sustituído por otro, inerte. Una mujer se deslizó entre las sombras, llevando a un recién nacido vivo. Una tal Asunción se lo había llevado y días después regresó con algunas cosas para Rosa y sus hijos.
-Si algún día cambias de opinión y quieres verlo, ahí va a estar y vendrá a verte, está muy agradecido.
Rosa estaba como muerta en vida.
-Sólo dile que nunca olvide el pacto que me ofreció... dile que lo cumpla- Murmuró al tiempo en que cedía una vez más a la fiebre- Y pónganle por favor el nombre de mi difunto esposo, Demetrio.
Asunción la miró con ternura y compasión al escuchar el hilo de voz.
-Así será- Le prometió, pero Rosa ya deliraba y no la escuchó.
El tiempo avanzaba, y Rosa se recuperaba con la ayuda de Francisca y sus cuidados.
La joven viuda abrió los ojos pesadamente y suspiró.
-Hay que rezar Pancha, hay que rezar pa' que Dios tenga con Él al difunto, pa' que nos de fuerza y nos perdone si hemos obrado mal.
Francisca se acercó y con la cabeza inclinada igual que rosa comenzó a rezar. Y las dos rezaron largo rato, esperando la resignación, la cura de sus males, tratando de pensar en tiempos mejores...