"Comenzar a escribir, así, sin más... sin pensar en las consecuencias, sin detenerme a reflexionar, poner mi vida entera en el papel impreso, mis sueños y sangre plasmados. En fin, basar mi existencia con sus reticencias y dudas, con sus alegrías, lágrimas de dolor y vergüenza, con todo lo que deseo y no tengo, basarlo todo, como he dicho, en una historia parpadeando sospechosa desde un estante..."

-Salvastar.

sábado, 29 de octubre de 2011

Mariposas de Cristal.- Capítulo 1 (2/10)

Mariposas de Cristal. Capítulo 1.- El Espejo de Nuestro Señor Está Roto.


Siempre se arreglaba casi igual aunque a veces accedía como marioneta a que su prima Lay la peinara y maquillara, normalmente lucía siempre igual. El cabello negro semilargo atado con una liga, la cara lavada y sin gota de pintura, quizás sólo un poco de crema. Su piel blanca era extraña entre las mujeres del clan. Sus rasgos no eran muy finos pero tampoco toscos. Insistía en su propia mirada frente al espejo.
-¿Listo, Delel?- Dijo para sus adentros, cerrando los ojos.
Una voz grave y profunda se removió dentro de ella y se escuchó en su cabeza, clara y vibrante.
-Por supuesto, mi Señora.
La presencia de Delel parecía  estar quieta más o menos en el centro de la habitación. Eli abrió los ojos con una leve sonrisa. Se volvió y miró a su alrededor. Todo estaba en un orden casi total, el librero estaba repleto pero bien compuesto, sólo la cama deshecha y la piyama denotaban que alguien había dormido ahí. Delel, su protector y esclavo estaba de pie, invisible incluso para ella misma, sin embargo ella era consciente de su presencia y ubicación.
La casa en que vivían ella, su madre y su hermano era más bien pequeña, por eso tenía una segunda planta para compensar el espacio. Los muros blancos y ventanas curiosas además de la teja roja dejaban entrever que ésa era un remedo de la Casa Grande, del Clan de las Lucero, incluso tenían una huerta, sólo que no era de ciruelos como en la casa de las abuelas, sino de limones.
El ambiente era fresco y el sol luchaba por salir de entre las nubes grises. Eli bajó a la cocina y desayunó lo de siempre desde que le entraron aires de escritora, es decir, una taza de café con pan tostado. No se despidió de nadie, a ésa hora su hermano hacía la maleta y su madre aún estaba durmiendo, así que de un frutero de mimbre tomó una manzana, la echó en una bolsa de la mochila y salió al patiecito de atrás de su casa en donde estaban una pileta y un lavadero bajo un techo provisional. Más abajo, en desnivel se encontraba otra casa, pertenecía a sus tíos y era en donde vivían dos de sus primas y dos primos a los que ella dejaba en el plano de "inadvertidos" debido a su actitud detestable de ignorar a los varones, misma que había heredado seguramente de su abuela Rosa-Esther. Las casas eran separadas por el breve patio y una bardita de piedra con sus respectivas escaleras sólo frecuentadas por sus primas. Eli se asomó  y vio todas las luces de la casa encendidas debido al miedo sin sentido que experimentaba su tía en la penumbra.
-Debe ser su conciencia- Pensó la chica, mientras lanzaba un silbido agudo al viento.
Gisela, la madre de Eli escuchó el sonido atravesando el cristal de la ventana y, sin ponerse los zapatos se asomó, sólo cubierta por un camisón. Abrió la ventana, sintiendo el frío.
-¿Todavía no está lista tu prima?- Preguntó entre bostezos.
-Ahora sale- Aseguró Eli.
La puerta de la otra casa se abrió de golpe y de ella salió una joven delgada, de cabello y ojos oscuros aunque no precisamente negros del todo, su piel era trigueña y vestía con el típico uniforme escolar del bachillerato al igual que Eli, sólo que en su caso la falda había sido acortada adrede para mostrar las piernas. De su hombro colgaba un bolso grande que ella usaba normalmente como mochila.
-Lay...-La voz de Eli era firme y un poco grave- Date prisa.
La chica subió rápidamente las escaleras, reuniéndose con su prima. Se despidieron con la mano de Gisela quien se había quedado observando y se dirigieron a la escuela. Parecía que el sol ganaba por momentos la batalla a las nubes, creando un amanecer extraño. Caminaron por una vereda húmeda por la lluvia que había caído en la noche, cuidando de no resbalar. Mientras avanzaban en silencio Eli recordó su primer día de clases en la secundaria. Ciertamente su apellido le había causado problemas y disgustos debido a la imagen que la gente tenía sobre las mujeres de esa familia, por eso imaginó que ahora podía ser peor. Por otra parte las escuelas del pueblo siempre les habían quedado lejos, pero ése no era el problema, al menos para Elizabeth Lucero, quien parecía inquebrantable en su objetivo de estudiar en una Universidad algún día, aún en contra de la tradición familiar. Su prima Lay por su parte no parecía destacar mucho, salvo quizas en el plano artístico, específicamente en dibujo. Hacía tiempo que dibujaba. Eli la podía recordar de muchas maneras, pero especialmente la recordaba riendo, durmiendo o dibujando en su "block secreto". Dibujaba bien, por lo demás no contaba con notas sobresalientes o diplomas, sin embargo tenía otro punto a su favor: era bonita y encantadora, por lo tanto era popular o, al menos, era la persona de la familia con más aceptación por parte de las otras personas del pueblo.
El suelo estaba lodoso pues aún no llegaban a las calles pavimentadas.
A un lado del camino se encontraba una casa antigua y en mal estado con sus paredes enmohecidas y un jardín casi salvaje que lo invadía todo, salvo el caminito empedrado para salir hacia la calle. Las chicas se detuvieron.
-¿Ya se habrá ido sin nosotras?- Preguntó Lay acomodándose mejor el bolso.
-No sé, grítale tú por favor- Contestó Eli ocultando una expresión agria ante la idea de ser acompañadas por la chica que vivía en aquélla casa.
Lay se acercó a la reja húmeda y oxidada.

Continuará...

miércoles, 26 de octubre de 2011

Mariposas de Cristal.- Capítulo 1 (1/10)

Mariposas de Cristal.- Capítulo 1 El Espejo de Nuestro Señor Está Roto.

La situación era extraña. Eli se quedó en la puerta, sosteniendo aún la manija. No podía pronunciar palabra, un profundo asco comenzó a apoderarse de ella y lo único que atinó a hacer fue pensar en alguna maldición para  el mal momento, pero eso era mayor a lo que hubiera imaginado, para ella no había maldición equiparable. Su madre desde la cama en la que había un desconocido desnudo le hizo señas un tanto indiscretas indicándole que se fuera. Para fortuna de la niña el hombre no volteó a verla en ése momento. Ella se quedó inmóvil un instante más y luego desapareció de ahí, cerrando la puerta detrás suyo. Sus sentimientos eran un torbellino, estaban mezclados y otros resultaban contradictorios. Quería vomitar, gritar, correr, golpear o simplemente escribir toda la tarde y la noche. Parecían volver a su mente las palabras de sus abuelas una y otra vez, repitiéndose, una tras otra , diciéndole que eso era normal, que la ventaja la sacaba su madre pues ya no tendría que trabajar ni pasar privaciones, sacaría ventaja para la familia, incluso, si se ponía lista podría vivir como reina, pero ella no estaba conforme, porque eso ...¿no equivalía a...?
En ese instante sonó la alarma del despertador, sacándola de golpe de su pesadilla, justo a tiempo para el primer día de bachillerato, justo a tiempo también antes de que ella terminara la pregunta.
Elizabeth se levantó de inmediato, recordar ésa pesadilla recurrente le molestaba, sobre todo después de comprobar que el poder de su madre no había sido tan fuerte a pesar de todo y había resultado en lo que resultó. Odiaba admitir que había tenido miedo y odiaba ser parte de ese pasado. Recordó cómo su madre le había pedido perdón, pero eso a ella no le había bastado y ya nada se podía hacer salvo hacerse más fuerte para que nadie intentara siquiera hacerle daño, fuerte para que nadie pudiera dominarla y así alcanzar todos sus propósitos.
Mientras se arreglaba pudo escuchar la música de su hermano apenas audible, al parecer él ya se había despertado antes pues tenía que viajar hacia el trabajo ahora que él era el soporte económico de la familia. Eso también había sido impuesto por las abuelas, Oscar, como todos los hombres de la familia debía trabajar para mantener a sus madres o hermanas. Aunque eso no tenía del todo conforme a Eli por otra parte la tenía fascinada porque las órdenes de las Mayoras no se podían cuestionar por cualquiera y además a ellas no las podía odiar sino todo lo contrario. Entre las abuelas y Eli había un vínculo afectivo muy fuerte, incluso ella fue elegida como una de las consentidas para ocupar el lugar de alguna de las Mayoras, por eso si sus abuelas decidían algo, ése algo se debía hacer.
-Ni modo, a trabajar hermano- Susurró Eli calzándose un zapato.
Cuando posó su mirada al frente se quedó pensativa un momento, apretando un poco los labios. Cavilaba sobre lo que su hermano ignoraba, presentía pero nunca confirmaría con claridad. Era injusto, por una parte, dejarlo en su ignorancia, pero por otro lado sabía por experiencia de una prima que los hombres de la familia tenían formas extrañas de reaccionar. De sobra lo sabía.
-Es mejor que nunca lo sepa- Concluyó en su propio pensamiento y continuó en su arreglo...

Continuará...